sábado, 23 de junio de 2012

Nortes.



                                            (Osa mayor y Osa menor - Flickr El_ hoyfonta)

Escucho la canción de Sabina que incluía la selección que pusiste en tu coche al volver. La identifiqué al fin el jueves, investigando por las webs de música y letras. Sólo recordaba algo de unos labios que sacan de quicio y un corazón viajando en un cascarón de nuez… Todavía no sé si Sabina es otra de nuestras “cosas en común”, pero lo cierto es que cuando escuché las primeras estrofas del tema y exclamé -¡Huy, qué bonita ésta!.- tú después susurraste casi toda la letra. No sólo el estribillo.
(Estribillo. Es posible, pero sólo posible, que algún día te cuente que hace muchos años, cuando Juan Antonio, “el cura”, venía mucho por casa,  una vez me encargó que copiara la letra de una canción en cuartillas manuscritas,  con mi pulcra y recién estrenada caligrafía de niña, para colocarlas en las sillas de la iglesia antes de la misa del domingo. Cuando se repetían las mismas estrofas de la canción, yo escribí en todas aquellas cuartillas “Estilibrillo”, y él me corrigió aquél mismo domingo, acabada la misa, con aquella ternura que le caracterizaba, añadiendo que la palabra que yo había inventado era mucho más bonita que la verdadera).
Por cierto, ¿te has dado cuenta de que hoy, el doodle-google homenajea al autor del sistema binario? Algo hablamos la otra noche, sentados sobre las rocas y bajo las estrellas (ay Dios!, qué bonito es mirar dos el mismo norte),  inspirados seguramente por el cava "semifrío", sobre lo que podría ser la realidad última de las verdades eternas: una especie de configuración de unos y ceros.  
A ti también parecía divertirte vagabundear por esas gravedades.
No me importaría nada, pero nada de nada, que fueras tú mi próximo desastre.  
M.G.