viernes, 13 de julio de 2012

Cosas que (me) pasan.


                               Hojas de plátano - google imágenes

Me siento en la terraza de la casa de mi madre. La escasa luz que queda del día apaga los colores resultándome todo más íntimo y discreto. Las copas de los plátanos de enfrente (es un tercer piso) se mecen a unos pocos metros de mi cara. Un concierto de hojas mecidas por el viento, con rabia contenida, me enajena aún más la mente.
Hoy no me apetecía preparar nada para la cena, así que le he puesto a ella un plato con uvas, ciruelas, un queso fresco pequeño y un trozo de dulce de membrillo, con su pequeña ración de pan, claro está (con el pan no se juega).
.- Mami: esta es tu cena. ¿Te acuerdas que nos hemos comido un helado hace un rato sentadas en el parque?.- (Yo sé que no se acuerda, pero bueno).- ¿O tienes más hambre?.-
.- Huy, no, no. Con esto vale.- Pero qué bendito conformar tiene, la pobre.

He salido a la terraza mientras ella veía el telediario, con mi cerveza de importación. Afortunadamente no tengo eso que llaman "tripa cervecera", pero peco casi cada día. Aún así me desabrocho el botón de la cinturilla del pantalón para sentarme en esta silla vieja con las patas recortadas, realmente cómoda. Me concentro en sentir como las fibras de mi ser empiezan a aflojarse muy poco a poco. Al fin a salvo. 
El aire, el sonido que  producen las hojas al rozarse y la nebulosa producida por los 7 grados de alcohol en mi pensamiento, diluyen efectivamente la violencia de este día agotador.

Esta mañana, cinco horas en la sala de espera del juzgado de lo social número 16 de Madrid, hasta celebrarse la vista de un juicio en el que a mi jefa y a mí nos acusan de acoso por uno de esos "seres" a quienes los funcionarios debemos la fama de personas poco trabajadoras, y por la tarde he ido a firmar la operación de la compra de un coche que no sé cuándo ni de qué manera me atreveré a ir a recoger.

Ay, qué cansada estoy de todo, de verdad. Y qué floja me siento.
Pero no se lo digan a nadie.