miércoles, 26 de diciembre de 2012

Por delante.

                                      "Traje de faena"

Cómo le gusta tomar el sol en invierno. Es muy físico. Un valor absoluto. Bueno, tiene que darse la circunstancia añadida  de que el pulso del día le permita tomarse unos instantes relajados para exponerse al aire y a la luz.
Sale al diminuto balcón de su apartamento, después de comer, con una taza de café en una mano y la pasta de té perfecta en la otra. Desde alguna de las viejas casas de enfrente suena una música alta de villancicos rumberos que le traen recuerdos del Sur, de los amigos del Sur, de sus propias raíces del Sur. Navidades al sol.
Cuando entregó la señal para comprar este piso, la venderora  de la agencia le dijo que ya había un proyecto para reconstruir toda esa manzana de casas pertenecientes al  casco viejo. Tal vez la mintió pensando que le desagradaba esta visión de pueblo frente a su vivienda nueva, cuando la verdad es que le encanta.  Aquel verano del 95 que vino aquí, después de conseguir conmover al constructor para que le permitiera instalarse sin tener todavía concedida  la cédula de habitabilidad, con velas, camping gas y agua fría, se escuchaba el gallo por la mañana temprano, y los vecinos de esas casas se sentaban  en la puerta para tomar el fresco por la noche.  Recuerda lo sobresaltada que la despertaban las peleas de gatos en mitad de la noche o cuando… por Dios, ¿han oído alguna vez a un gato en celo?
Le resulta increíble llevar aquí diecisiete años ya, si parece que fuera ayer aquel agosto, cuando cogía una y otra vez el autobús circular para transportar pequeñas cajas con sus cosas desde el piso que compartía con su ex, aquella complicada temporada de transición.
Se cree afortunada cuando mira atrás y siente beatitud para consigo, para con el pasado. Esa conciliación con los errores cometidos,  a modo de cansancio, de perdón, de  borrón y cuenta nueva.  Y aunque haya días marrones en que cree que todo cada vez le es más familiar y conocido; una y otra vez más de lo mismo, también están los otros días, como hoy, días de luz, imposibles para la melancolía.
Finalmente decide que queda mucho por vivir y que cualquier cosa es posible, desde que amanece hasta que el sol se pone. Cada día. Siempre. Si se da permiso.